
Mientras el mundo observa los últimos cambios en las alianzas globales, se destaca la cumbre BRICS de 2024 en Kazán, Rusia.
No es simplemente otra reunión de diplomáticos y líderes mundiales: es una muestra de la creciente frustración con un sistema dominado por Occidente que muchos países sienten que ya no sirve a sus intereses.
Con nuevos miembros como Irán, Egipto, Etiopía y los Emiratos Árabes Unidos, los BRICS ahora representan casi la mitad de la población mundial.
Para el presidente ruso, Vladimir Putin, la cumbre fue una oportunidad para demostrar que, a pesar de las sanciones y las tensiones geopolíticas, Rusia sigue conectada con actores globales clave.
Mientras tanto, para los demás miembros del BRICS, es una oportunidad de explorar alternativas al sistema económico dominado por Occidente y fortalecer sus propias posiciones en el escenario global.
El creciente número de miembros y las ambiciones de los BRICS revelan un deseo de cambio, aunque el camino para lograrlo sigue siendo incierto.
Por qué es importante la cumbre BRICS de 2024
Los BRICS, formados en 2009, originalmente unieron a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica como una coalición de economías emergentes con el objetivo de desafiar la influencia de instituciones lideradas por Occidente como el FMI y el Banco Mundial.
La cumbre de 2024 es la primera desde que los BRICS se expandieron para incluir cinco países adicionales, y más de 30 naciones habrían expresado interés en unirse.
La reunión, celebrada en la ciudad de Kazán, reunió a líderes y representantes de 36 países, una clara señal de que Rusia sigue conectada en el escenario global a pesar de las sanciones occidentales y el aislamiento económico.
Para Rusia, albergar la cumbre fue una oportunidad de contrarrestar la narrativa de aislamiento tras su invasión de Ucrania en 2022.
El presidente Vladimir Putin aprovechó la oportunidad para destacar el papel de los BRICS en la creación de un “nuevo orden mundial” que desafíe la hegemonía occidental.
Criticó los “métodos perversos” de Occidente, incluidas las sanciones y la coerción económica, que, según él, han exacerbado los conflictos globales.
En este contexto, la cumbre proporcionó una plataforma para que Rusia demostrara que todavía tiene aliados clave, incluso cuando permanece aislada de muchos foros occidentales como el G20.
Si bien el bloque BRICS representa alrededor del 35% de la producción económica mundial, su capacidad para actuar como contrapeso cohesivo sigue siendo cuestionada.
La Declaración de Kazán, un documento de 134 puntos que resume los resultados de la cumbre, abordó muchos temas pero mencionó la guerra de Ucrania sólo una vez, pidiendo adhesión a los principios de la ONU en lugar de hacerse eco de la perspectiva de Rusia.
Esta neutralidad pone de relieve una limitación clave: las divisiones internas del grupo impiden una postura unificada sobre uno de los conflictos geopolíticos más importantes de nuestro tiempo.
¿Podrán realmente los BRICS liberarse del dólar?
Un tema central de la cumbre de Kazán fue el impulso hacia la independencia financiera de los sistemas dominados por Occidente, como el dólar estadounidense y la red de pagos SWIFT.
Desde que quedó excluida de SWIFT en 2022, Rusia ha estado ansiosa por desarrollar alternativas que le permitan comerciar con sus socios eludiendo las sanciones occidentales.
Pero a pesar de la retórica, los BRICS aún no han ofrecido un plan claro para reemplazar al dólar en el comercio global.
Si bien China ha promovido el uso de monedas locales para el comercio bilateral y Rusia ha defendido la idea de un sistema de pago específico para los BRICS, el camino a seguir sigue siendo incierto.
Expertos como Mario Holzner, del Instituto de Estudios Económicos Internacionales de Viena, señalan que es probable que estos sistemas operen a un nivel bajo y no logren cambiar las reglas del juego.
La dependencia del dólar sigue siendo significativa: el 59% de las reservas extranjeras mundiales todavía se mantienen en activos en dólares, aunque esa cifra ha disminuido respecto del 70% en 1999.
Esto plantea interrogantes sobre cuán realistas son las ambiciones de los BRICS. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, propuso el año pasado una moneda común para los BRICS, pero el escepticismo sigue siendo alto.
El ministro de Asuntos Exteriores de la India, S. Jaishankar, ha dudado abiertamente de la viabilidad de dicha moneda.
En cambio, el grupo parece más centrado en utilizar las monedas nacionales para reducir la exposición a las fluctuaciones del dólar, una estrategia que puede ofrecer ganancias a corto plazo pero carece del poder transformador necesario para destronar al dólar como moneda de reserva global.
¿Una victoria diplomática o una oportunidad perdida?
A pesar de estos desafíos, la cumbre de Kazán no estuvo exenta de éxitos diplomáticos.
La presencia del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, cuyo país es miembro de la OTAN, puso de relieve el creciente atractivo de los BRICS más allá de su esfera tradicional.
Mientras tanto, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, asistió a la cumbre y mantuvo conversaciones con Putin, a pesar de las críticas de Ucrania.
Este tipo de participación sugiere que los BRICS se están convirtiendo en una plataforma importante para el diálogo internacional, ofreciendo a los países una forma de cubrir sus apuestas en un mundo cada vez más multipolar.
Sin embargo, la cumbre también expuso contradicciones internas. Mientras Rusia y China buscan impulsar una agenda más abiertamente antioccidental, miembros como India, Brasil y Sudáfrica son menos conflictivos.
Estos países han mantenido fuertes vínculos con Estados Unidos y Europa, al tiempo que exploran la cooperación económica con Rusia y China.
Por ejemplo, India ha seguido comprando petróleo ruso a precios reducidos, beneficiándose al mismo tiempo de precios más bajos y evitando alinearse abiertamente con la narrativa de guerra de Moscú.
Esta tensión dentro del BRICS complica los esfuerzos por presentar un frente unificado.
Como señaló Mo Ibrahim, un hombre de negocios sudanés-británico, durante la cumbre, muchos países ven a los BRICS como una forma de ganar voz en asuntos globales tradicionalmente dominados por instituciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial, como el FMI y el Banco Mundial.
Sin embargo, la falta de consenso sobre cuestiones clave, como la guerra en Ucrania, subraya las dificultades para formular una estrategia coherente.
¿Más ladrido que mordida?
La cumbre BRICS de 2024 puede ser un triunfo diplomático en términos de participación, pero su verdadero impacto sigue siendo una cuestión de sustancia más que de estilo.
En la superficie, la alianza es un reflejo de un cambio global: los países que antes tenían que alinearse con Washington o Beijing ahora ven la oportunidad de forjar su propio camino.
El atractivo de los BRICS reside en su promesa de un mundo donde las economías emergentes pueden ejercer una mayor influencia sobre las normas y reglas globales.
Sin embargo, debajo de los titulares, las divisiones internas y los planes vagos de los BRICS revelan un club que es más aspiracional que revolucionario.
La cumbre de Kazán destacó las ambiciones pero careció de las reformas estructurales necesarias para reformular las finanzas globales de manera significativa.
Incluso las tan discutidas alternativas al dólar siguen siendo más palabras que acciones.
Si bien la expansión del bloque es impresionante, también implica gestionar una gama más amplia de intereses, lo que podría desacelerar el progreso hacia una integración económica real.
Para Rusia, la cumbre de Kazán fue una oportunidad de demostrar que no está aislada, pero eso no significa que el país esté ganando.
Las mismas sanciones que hicieron que los BRICS parecieran más atractivos para posibles nuevos miembros también subrayan las mismas limitaciones que enfrenta Moscú.
El éxito simbólico de la cumbre enmascara una verdad más profunda: si bien el BRICS gana cada vez más miembros, sigue siendo un foro en el que se comparten más las quejas hacia Occidente que las que se abordan con soluciones concretas.
La conclusión es que, si bien los BRICS son una fuerza en crecimiento, todavía no han cambiado las reglas del juego.
Su expansión habla del deseo de alternativas, pero aún faltan las herramientas para construir un nuevo orden mundial.
Por ahora, el bloque es una válvula de presión útil para los países que desconfían de la influencia occidental, pero no un sustituto de ella.
La verdadera prueba para los BRICS será si pueden traducir su amplia membresía y su elevada retórica en una alternativa real que cambie el equilibrio del poder global. Hasta entonces, siguen siendo un actor a tener en cuenta, pero todavía no son el peso pesado que aspiran a ser.
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