
En 1946, el presidente Harry Truman propuso comprar Groenlandia por 100 millones de dólares en oro, reconociendo su importancia estratégica en los primeros años de la Guerra Fría.
La oferta fue rechazada.
Décadas después, Donald Trump reavivó la idea en 2019, presentándola como “un gran negocio inmobiliario”.
Ahora, mientras Trump se prepara para volver a entrar a la Casa Blanca, ha intensificado su retórica, sugiriendo el uso de la fuerza militar o la presión económica para poner a Groenlandia bajo control estadounidense.
Si bien esta propuesta ha generado críticas en todo el mundo, refleja la creciente importancia del Ártico en la geopolítica global.
¿Qué hace que Groenlandia sea tan valiosa?
Groenlandia no es una isla cualquiera. Es la más grande del mundo, con una extensión de más de 2,1 millones de kilómetros cuadrados.
Su posición entre América del Norte y Europa lo coloca en el corazón de las relaciones transatlánticas.
Se encuentra a lo largo de la ruta más corta para misiles y viajes aéreos entre los continentes, lo que lo hace indispensable para el sistema de alerta temprana de misiles balísticos de Estados Unidos.
Además, las rutas marítimas del Ártico se están volviendo cada vez más navegables debido al cambio climático.
El Pasaje del Noroeste y la Ruta del Mar del Norte prometen reducir los tiempos de viaje para el transporte marítimo mundial, dando a las naciones árticas una ventaja económica significativa.
Para Estados Unidos, Groenlandia no es solo una puerta de entrada, sino también un amortiguador de defensa. Alberga la Base Espacial Pituffik (anteriormente Base Aérea Thule), el puesto militar estadounidense más septentrional.
Esta instalación desempeña un papel fundamental en el monitoreo de las actividades militares rusas y chinas, asegurando las comunicaciones satelitales y proporcionando defensa antimisiles.
Las reservas minerales de Groenlandia son otro atractivo.
Una encuesta de 2023 identificó 25 de las 34 materias primas críticas en la isla, incluidos elementos de tierras raras, litio y grafito.
Estos materiales son esenciales para las tecnologías de energía renovable, las baterías y el equipo militar.
Las tierras raras, por ejemplo, son vitales para los vehículos eléctricos, las turbinas eólicas y la electrónica avanzada.
Si bien los hidrocarburos y minerales de Groenlandia siguen sin explotarse en gran medida, representan una oportunidad significativa. Sin embargo, la extracción de recursos es controvertida.
Las preocupaciones ambientales y la oposición indígena han paralizado muchos proyectos.
¿Quién es el dueño de Groenlandia?
Groenlandia es un territorio autónomo dentro del Reino de Dinamarca.
Goberna sus asuntos internos, incluidos la atención médica, la educación y los recursos naturales, mientras que Dinamarca mantiene el control de la política exterior y la defensa.
Desde 2009, Groenlandia tiene derecho a declarar su independencia mediante un referéndum.
Las peticiones de independencia están creciendo, impulsadas por agravios históricos, incluidas políticas de la era colonial como las campañas de control de la natalidad forzada en las mujeres groenlandesas.
El primer ministro Múte Egede ha indicado que podría celebrarse un referéndum en la próxima década.
Sin embargo, la independencia de la isla no sería sencilla.
La economía de Groenlandia depende en gran medida de los subsidios daneses, que representan aproximadamente la mitad de su presupuesto público (600 millones de euros anuales).
La pesca, la principal industria de la isla, carece de la escala necesaria para reemplazar este apoyo.
Si Groenlandia obtiene la independencia, necesitará asegurar acuerdos financieros y de defensa alternativos.
Estados Unidos podría desempeñar un papel importante, ofreciendo ayuda económica a cambio de acuerdos estratégicos.
Sin embargo, muchos groenlandeses siguen siendo cautelosos ante la posibilidad de convertirse en una dependencia de Estados Unidos, valorando su autonomía y su herencia indígena.
El renovado interés de Trump
El último impulso de Donald Trump para adquirir Groenlandia está impulsado por más que consideraciones económicas.
Su administración ha reformulado el tema como una cuestión de seguridad nacional.
Trump sostiene que controlar Groenlandia es esencial para contrarrestar la creciente influencia rusa y china en el Ártico.
Esto es evidente ya que ambas naciones han intensificado sus actividades en la región: Rusia con sus bases militares en el Ártico y China con sus inversiones y ambiciones de navegación en el Ártico.
La retórica de Trump ha cambiado ahora de transaccional (tratar a Groenlandia como un “negocio inmobiliario”) a estratégica.
Su administración ha planteado ideas que van desde la compra directa hasta incentivos económicos vinculados a la posible independencia de Groenlandia.
La amenaza de Trump de utilizar la fuerza militar o imponer sanciones económicas y aranceles a Dinamarca realmente muestra su determinación, pero también ha generado críticas generalizadas.
¿Puede Trump realmente comprar Groenlandia?
La ambición de Donald Trump de poner a Groenlandia bajo control estadounidense depende de tres posibles vías: una compra directa, un Pacto de Libre Asociación (COFA) o una presencia militar ampliada.
Si bien son audaces en teoría, cada opción conlleva importantes desafíos legales, diplomáticos y políticos.
Una compra directa de Groenlandia, como Alaska o Filipinas en la historia anterior de Estados Unidos, requeriría la independencia de Groenlandia de Dinamarca, ya que Dinamarca probablemente carezca de la autoridad legal para vender el territorio.
Incluso si Groenlandia declarara su independencia, tal venta dependería del consentimiento del pueblo de Groenlandia, que ha rechazado repetidamente las propuestas de Trump.
Un COFA, similar a los acuerdos de Estados Unidos con Micronesia y las Islas Marshall, podría permitir que Groenlandia mantenga su independencia formal mientras otorga a Estados Unidos acceso militar exclusivo y apoyo financiero.
Esta opción podría estar en línea con las aspiraciones de Groenlandia por la independencia, pero requeriría algunos pasos adicionales para evitar la percepción de neocolonialismo.
Finalmente, si ni la propiedad ni un COFA son viables, Trump podría presionar por una presencia militar ampliada, mejorando las operaciones estadounidenses en la Base Espacial Pituffik o estableciendo nuevas instalaciones en el Ártico.
Este enfoque eludiría las disputas de soberanía, pero correría el riesgo de alienar a los groenlandeses y a Dinamarca.
Algunos críticos argumentan que este enfoque sería similar a la invasión de Ucrania por parte de Putin y podría arriesgar escaladas de magnitud similar.
Reacciones europeas y de la OTAN
La retórica de Trump ha provocado fuertes reacciones de los líderes europeos.
La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, ha reiterado que Groenlandia no está a la venta y ha enfatizado la autonomía de la isla.
Alemania y Francia han condenado las amenazas de Trump, y el canciller alemán Olaf Scholz las ha calificado de violación del derecho internacional.
El ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Noël Barrot, ha advertido contra las amenazas a la soberanía europea, comparándolas con un regreso a la “ley del más fuerte”.
La Unión Europea también se ha pronunciado, confirmando que Dinamarca podría invocar la cláusula de asistencia mutua de la UE ( artículo 42.7 ) en caso de ataque.
La OTAN no ha hecho comentarios oficiales, pero las amenazas de Trump contra un aliado de la OTAN socavan la cohesión de la alianza, especialmente cuando se enfrenta a los desafíos de la agresión rusa en Ucrania.
Desafíos a los planes de Trump
El derecho internacional moderno hace que la compra o adquisición forzada de territorio sea altamente controvertida.
Si bien Estados Unidos tiene una historia de expansión territorial, como la compra de Alaska en 1867, tales acciones son ahora en gran medida tabú.
Cualquier medida unilateral por parte de Estados Unidos enfrentaría una importante reacción diplomática y podría desestabilizar las relaciones transatlánticas.
Los groenlandeses han expresado una fuerte resistencia a la idea del control estadounidense.
Muchos ven las propuestas de Trump como una amenaza a su autonomía e identidad cultural.
Sin el apoyo de la población de Groenlandia, cualquier esfuerzo de Estados Unidos para establecer el control sería política y diplomáticamente insostenible.
¿Qué sigue para Groenlandia?
El Ártico ya no es una frontera congelada. El derretimiento del hielo lo está transformando en un punto caliente de la competencia global.
Rusia ha realizado importantes inversiones en la infraestructura militar del Ártico, incluidas bases y rompehielos nucleares.
China, a pesar de ser un “estado casi ártico”, ha declarado su interés en la región, buscando acceso a recursos y rutas marítimas.
Es por eso que el futuro de Groenlandia es actualmente incierto. Su movimiento independentista está ganando impulso, pero las realidades económicas plantean obstáculos significativos.
Estados Unidos podría ofrecer apoyo financiero y garantías de seguridad a una Groenlandia independiente, potencialmente a través de un Pacto de Libre Asociación (COFA).
Un acuerdo de este tipo daría a Estados Unidos acceso militar exclusivo y al mismo tiempo permitiría a Groenlandia mantener su independencia formal.
Sin embargo, la retórica agresiva de Trump corre el riesgo de alienar tanto a los groenlandeses como a los aliados europeos.
Para que Estados Unidos desempeñe un papel constructivo, debe respetar la soberanía de Groenlandia y ofrecer beneficios tangibles más allá de los intereses militares.
La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, ha pedido recientemente conversaciones directas con Trump para abordar su creciente retórica sobre Groenlandia.
Frederiksen destacó la importancia de mantener estrechos lazos entre Estados Unidos y Dinamarca, al tiempo que reiteró que Groenlandia “pertenece a los groenlandeses”.
Frederiksen expresó su confianza en que el diálogo se produciría después de la investidura de Trump el 20 de enero, aunque Trump aún no ha respondido a su propuesta.
El futuro de Groenlandia puede depender en última instancia de las aspiraciones de su pueblo, pero la forma en que Estados Unidos elija abordar este juego de poder en el Ártico revelará más sobre su estrategia global que solo sus ambiciones en el hielo.
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